Misa exequial Miguel Sánchez Iracheta / 7 de enero del 2018
Hermanas y hermanos: quiero decir una palabra a ustedes, los papás, amigos, y familiares de Miguel. Lo quiero decir con respeto y cariño.
Estamos celebrando la Eucaristía, día que siempre será de gozo y alegría. Celebramos la fiesta de la Epifanía, conocida tradicionalmente como la fiesta de los reyes magos. Con esta fecha Dios ha llamado a su hijo Miguel, como lo hará con cada uno de nosotros en el momento en el que Él así lo quiera.
Porque todos los seres humanos seremos llamados ante el Señor. Algunos son llamados de pequeños, otros de jóvenes, otros siendo ancianos. Pero es la misma vocación, estar con Él, estar con Cristo. Participar y ser miembro del escuadrón es ir aprendiendo a mirar el Cielo, es aprender a caminar hacia Cristo, a entender que nuestro destino, que nuestro caminar es llegar hasta Dios.
Hoy los magos son un ejemplo para nosotros (Mc 1,7-11). ¿Qué hicieron los magos? Miraron al Cielo, contemplaron la estrella, se dejaron guiar por esa estrella y se encontraron con Jesús, a quien le ofrecieron tres regalos: oro, incienso y mirra.
Para eso los jóvenes están en el escuadrón, para mirar la estrella, para caminar y seguir a Jesús, para sentirse amados y queridos por Él. Ustedes se fijaron en los regalos que recibe Jesús, no todos son fáciles de apreciar. ¿A quién no le gusta el oro, las riquezas y el éxito humano? Creo que a todos.
Pero la mirra es un regalo siempre difícil de aceptar. La mirra es la amargura, la humanidad, el dolor y la muerte. Cuando los magos le regalan a Jesús la mirra están recordando que Él, aunque es el Hijo de Dios, el querido por Dios, al mismo tiempo es verdadero hombre. Y, como tal, tiene que pasar por el paso más complicado: morir. Jesús no solamente muere, sino padece previo a la muerte.
Eso significa la mirra, así es nuestra vida. Siempre tiene una dosis de amargura, de dolor, de preocupación. Pero, en medio de todo, siempre nos anima y alienta a mirar hacia el Cielo, mirar la estrella.
Con mucho respeto les pido a todos a que no dejen de mirar al Cielo. Tendrán, seguramente, muchas preguntas. ¿Por qué a él? ¿Por qué no a nosotros? Pero esas preguntas sólo las responde Dios. Ni yo ni nadie las puede responder. Hay que preguntarle y oír su respuesta.
Los magos no lo entendían todo y fueron a preguntar, y la respuesta la encontraron en el profeta Isaías. El Señor le respondió a su pregunta. Nadie puede responder, ni yo ni nadie. Pero humildemente nos ponemos en presencia de Dios y le decimos: tú lo sabes todo, tú sabes en qué momento a cada uno nos toca volver a ti.
A Miguel Dios le concedió ser llamado en este momento. Él fue con mucho entusiasmo a su campamento, como siempre con mucha alegría de compartir con sus amigos la experiencia de estar en el campo, de contemplar la naturaleza, de mirar a Dios en las noches, de mirar las estrellas, de apreciar la belleza de la creación. Pero también el Señor, en esas circunstancias, lo llama a estar con Él.
Vamos a pedir por su familia, por todos los amigos. Porque separarse siempre es triste y doloroso, pero Dios tiene el poder de hacernos entender. Por eso, con mucho respeto y con mucho cariño, vamos a ofrecerlo a Dios. Es la mejor ofrenda que podemos hacer. Que Dios nos explique, que Dios nos responda y siempre serán respuestas de amor y de afecto.
El Señor se lo llevó porque lo quería, pero nosotros no entendemos. El Señor se lo llevó porque, para Miguel, era este momento, cada uno tendrá su momento. Pidámosle a Dios que, cuando nos llame, estemos alegres y contentos, haciendo siempre lo que nos gusta. Dios le dio este regalo a Miguel. Lo llamó en el momento en el que él estaba contento, iba con esperanza y ánimo, con cariño, con el afecto de sus compañeros, con el cariño y con el respaldo de sus papás.
Que Dios le regale el Cielo, estoy seguro que se lo ha regalado. Pero nosotros vamos a pedirle al Señor que lo reciba con mucho cariño, porque él amó a Cristo y Cristo también lo ama. Que Dios bendiga a sus papás, a sus compañeros y amigos. Vamos a caminar, vamos a hacer la voluntad de Dios. Queremos volverlo a ver, queremos volver a estar con él, vamos a portarnos bien para ir al Cielo. Que Dios los bendiga.