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Conversión, libertad y oración: El llamado de nuestra señora de Fátima

Consagración Capilla de nuestra Señora de Fátima, Parroquia san Pedro Apóstol, Allende N.L. / 07 de diciembre del 2017

Me da mucho gusto venir esta tarde a compartir con ustedes esta Eucaristía, este agradecimiento a Dios, que lo hacemos con el motivo de bendecir y consagrar este altar, esta capilla que ya tiene años de servicio para ustedes.

Con motivo de este año de gracia que se cumplen los 100 años de las apariciones de Fátima, en su capilla es oportuno que rindiéramos el culto a la Virgen de Fátima.

La Iglesia celebra en el año tres solemnidades de la Virgen María, tres de los cuatro dogmas marianos. El día primero de enero, la Maternidad de la Virgen María; el ocho de diciembre, su Inmaculada Concepción, y el 15 de agosto, su gloriosa Asunción a los Cielos. Cuatro de las tres verdades que la Iglesia profesamos a cerca de la Virgen María.

Ningún dogma de la Virgen María está al margen de las verdades de Cristo Jesús. Además de esas tres grandes solemnidades, la Iglesia recuerda las diversas manifestaciones que la Virgen tiene para nuestro pueblo, que son innumerables.

Tres de ellas tienen que ver con las apariciones: la del Tepeyac, las apariciones en Lourdes y las apariciones en Fátima en 1917, en el que la Virgen se apareció y dio el mensaje a través de los tres niños. Dos de ellos fueron canonizados por el Papa Francisco y la tercera, Lucía, está en su proceso de beatificación.

Fátima tiene un mensaje bien importante, un mensaje permanente. Yo lo comprendería en tres cosas importantes: es un llamado a la conversión, es una llamada a la libertad, es una invitación a hacer oración a través del santo rosario.

La Palabra de Dios que acabamos de oír nos da la base para hacer estas reflexiones. El libro del Génesis (3,9-15.20), la carta a San Pablo a los Efesios (1,3-6.11-12) y el relato de la Anunciación (Lc 1.26-38).

El primer mensaje, la conversión. Siguiendo el relato del Génesis, convertirse es voltearse y mirar a Jesús. La palabra “conversión”, significa girar la mirada. Convertirse es voltear y mirar a Dios. Cuando Adán y Eva cometieron el pecado, ¿qué hicieron? Se ocultaron, no quisieron mirar a Dios, no quisieron dar la cara a Dios.

Convertirse es darle la cara a Dios, mirarlo, contemplarlo con misericordia, entender que la mirada de Jesús es siempre de perdón, como miró a San Mateo y lo llama cuando estaba sentado en la mesa de los impuestos. Dice el relato lo miró y tuvo misericordia de él (cfr. Mt 9, 9).

Hay que convertirse, hay que mirar a Dios. El pecado es un engaño y una manera de ocultarse de la presencia de Dios. ¿Qué dijo Adán y qué dijo Eva? “Me engañaron”. ¿Por qué? Porque el pecado es un engaño, tiene algo de atractivo, pero al final nos cobra la factura. Por eso, convertirse es mirar a Jesús y decirle con sinceridad, “me engañaron, me engañé; me mintieron y creí”.

Segundo, la libertad. En Fátima la Virgen habla de libertad. La libertad, primero, de darle culto a Dios. Es la libertad religiosa, la más importante para un pueblo. Cuando hay una dictadura autoritaria, lo primero que reprime es la religión, porque frente a Dios se respira libertad, se desea ser personas plenamente libres.

Cuando venimos a la misa y oímos la Palabra del Señor sentimos libertad. Él dijo, “la verdad los hará libres” (Jn 8, 32). Aquí, siempre que oímos el Evangelio, escuchamos la verdad, y la verdad hace libre a la gente. Porque la mentira nos hace esclavos.

Por eso, la Virgen María, en Fátima, hace un llamado a la libertad, contra cualquier sistema e ideología. Porque la ideología son las ideas que nos meten en la cabeza y nos hacen perder la libertad. Hay muchas ideologías que quieren engañar. Toda ideología termina engañando y hace perder la libertad. Por eso, la libertad es proclamada en Fátima.

También, Fátima nos enseña a orar, y de una manera sencilla, siempre con el santo rosario. Porque el santo rosario es una lectio divina, es una reflexión de los acontecimientos de salvación que están en la Escritura.

Cuando rezamos el Ave María repetimos las palabras del Evangelio. ¿Qué le dijo el ángel a María? Ave María, llena eres de gracia, el Señor está contigo. En el rosario repetimos esas verdades de la fe que nos ayudan a vivir con alegría de la fe de la Virgen María.

Quiero animarlos a volver a rezar el santo rosario. No solo es una devoción, sino que es, verdaderamente, un acto espiritual que nos fortalece, que nos anima. Por eso, en esta capilla que está dedicada a nuestra Señora de Fátima háganlo posible. A la Virgen le encanta vernos rezar. Dense tiempo y verán que es una bonita diversión.

Qué bueno que bendecimos esta capilla de nuestra Señora de Fátima. Quédense con las tres recomendaciones: conversión, libertad y oración. Que Dios los bendiga.

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