10 de febrero de 2017 – Homilía en el Seminario Menor de Monterrey con motivo de la fiesta de San José Sánchez del Río.
Hermanos seminaristas y sacerdotes. Estoy grato, impresionado desde que recibí la solicitud para el patronato de san José Sánchez del Río que hicieron ustedes los seminaristas del Menor. Pedir algo es un compromiso, compromiso de seguir el ejemplo de este gran santo. Y quiero hacer primero dos consideraciones.
Primera, la santidad en el martirio no se improvisa. El martirio no es una casualidad, lo pescaron los soldados y lo mataron. No es así. El martirio, como la vocación, tiene un itinerario de vida. Cuando ustedes han ido leyendo la vida de san José lo pueden constatar, un camino hacia la santidad, un camino formativo en todas las dimensiones de la vida. Podemos captar en sus pocos escritos que tenemos como testimonio, la sensibilidad humana, la caridad cristiana, el sentido apostólico y su claridad teológica, siendo un adolescente de catorce años. Eso es bien importante muchachos: la vida cristiana es un itinerario formativo integral, y san José llega al martirio no de modo improvisado, sino como la coronación de un proyecto de vida cristiana.
Segundo, igualmente importante, cuando la sociedad está en crisis las personas se contraponen en la opinión y la contraposición, no solo de ideas, es también de actitud y de opción moral en la vida. Cuando viene la persecución religiosa todo el pueblo mexicano tuvo la alternativa de poder simpatizar con el proyecto de defensa de la fe, en nombre de Cristo y María de Guadalupe, o ponerse de parte de la posición que tenía nuestro gobierno. En las familias de ese tiempo se dio esta diversidad de opinión y también de actitud, no todos se sumaron a la lucha armada, pero si las familias tuvieron que tomar una decisión. Cuando está en crisis la identidad cristiana la gente tiene distinta opinión, como éste momento de nuestro país: o estas de parte del bien, o estas de parte del sistema como funciona la sociedad. San José, a sus catorce años, toma una decisión que puede ser criticada y que algunos historiadores incluso burlan diciendo cómo un ejército de campesinos, no ilustrados, van a entrar en combate contra un ejército entrenado y constituido, sin embargo creo yo que queda esa espera de que los creyentes, aun asumiendo el mandato de Cristo también saben revelarse y él supo revelarse, y eso no contrario a la caridad, sino al celo por la causa de Dios, como lo hicieron los macabeos y como lo hicieron muchos hombres y mujeres de la historia.
Y ahora hablando del martirio quiero recalcar tres cosas de lo que significa el martirio de san José. Primero, es una gracia de Dios, es un regalo de Dios; nadie es santo ni es mártir por sus propias ganas o su propia decisión, sino que siempre la iniciativa viene de Dios. Así como la fe, la esperanza y la caridad son virtudes teológicas regaladas por el Señor el martirio es ante todo un regalo. Les recomiendo que vean la película “Silencio”, la crisis del martirio, la apostasía, es la historia de dos jesuitas apóstatas y que uno termina diciendo “tenían razón en ser apóstatas”, porque el martirio es siempre un regalo, que no depende de la inteligencia, ni edad, ni de cualquier otro factor, ni de las ganas ni del celo apostólico, es siempre un regalo, es siempre un milagro. Segundo, el martirio, además de ser una gracia, es también una lucha; el mártir sufre y se enfrenta a la tentación de decir sí o no. El mismo san José se muestra, a través de su historia, que ser mártir es una lucha complicada. Tercero, es también una victoria, la victoria que da fe, la victoria que da gracia del Señor; por eso a los mártires siempre se les coloca en su mano la palma de la victoria, la victoria que da el Señor. Cuando leí la carta primera de san Juan, y la leí detenidamente cuando me hicieron obispo puse en mi lema esas palabras del apóstol “esta es la victoria, nuestra fe”.
Muchachos, me da gusto que no solo el seminario Menor, sino todo nuestro seminario, acojamos como ejemplo de vida a san José Sánchez del Río, pero hay que aprender de su vida y no olviden las cosas que les he dicho: la santidad no se improvisa sino es un camino, un itinerario; todo cristiano se enfrenta siempre ante la disyuntiva de decir sí o no; la crisis moral o ética como escuchamos en la primera lectura, el árbol de la ciencia del bien y del mal. También las tres cosas más importantes del martirio: el martirio es una gracia, una lucha y una victoria. Vamos a agradecerle a Dios que haya regalado a nuestro país a éste santo que sin duda no solo es modelo para los adolescentes y jóvenes, sino también para nosotros los adultos, porque es bueno que cuestione nuestra vida, nuestro sacerdocio, nuestro cristianismo un joven, un adolescente como san José. Que Dios acompañe siempre a nuestro seminario y que éste ejemplo de santidad sirva también para que todos, de modo especial los seminaristas, amemos mucho a Dios, a la Iglesia, queramos mucho a la Virgen María y tengamos el celo apostólico.
Mons. Rogelio Cabrera López, Arzobispo de Monterrey.