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La humildad nos ayuda a vivir en comunión

Toma de posesión Pbro. Francisco Javier Rossel Peralta / Parroquia Nuestra Señora de San Juan de los Lagos, Escobedo

Hermanas y hermanos: gracias por acompañarnos en esta Eucaristía en la cual le damos una misión al padre Francisco Javier Rossel. A él le agradezco su obediencia pastoral de venir a servir a esta comunidad de nuestra Señora de San Juan de los Lagos. Desde luego, agradezco al padre Rogelio Bertaud el servicio que ha prestado a esta comunidad y también su disponibilidad para ir servir a otra parroquia. Gracias a todos por su presencia.

La parroquia, nos dice la Iglesia, es la comunidad de fieles que, bajo el cuidado de su pastor, escucha el Evangelio, celebra la Eucaristía y se aman fraternalmente (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 2179). La Palabra de Dios que acabamos de oír nos señala las dos tareas del párroco y de la parroquia. La primera, la comunión o la unidad. El párroco procurará, de muchos modos, que la comunidad se mantenga unida. Por eso ha hecho la Profesión de fe, porque lo que une a la Iglesia es la fe en Dios. Si no hay comunión de fe, es muy difícil que haya comunión humana. Su párroco tiene esta tarea principal, animarlos a vivir en la unidad. Es el deseo de Cristo: que sean uno como mi Padre y yo somos uno (Jn 17, 21). Hermanas y hermanos, alcanzar la unidad y vivir la comunión es muy complejo y difícil. Las personas llevamos como clavado en el corazón la envidia y la división, siempre queriendo ser uno superior al otro. El apóstol San Pablo decía, “imiten a Cristo, el que siendo Dios se hizo el último de todos” (cfr. Flp 2, 5-7) y “consideren siempre al otro como superiores a ustedes mismos” (cfr. v. 3).

Nos tocó este bello relato del libro de los Jueces donde se nos narra una lucha por el poder. El rey Abimelec y el otro que también quería ser rey, Jotán. Abimelec logra ser rey matando. Mató a más de setenta y sus amigos de Siquém lo proclaman rey. Jotán, entonces, dice una parábola: los árboles querían tener un rey y se pusieron a buscar quién aceptaría ser rey. Le dijeron al olivo y no quiso; le dijeron a la vid y tampoco quiso; le dijeron a la higuera y tampoco quiso. Los tres dijeron, «nos basta producir esos frutos tan sabrosos» (cfr. Jue 9, 6-15). Uno produce las olivas y el aceite, otro las uvas y, el otro, los higos. “No queremos ser reyes”. Pero van y le dicen a la zarza, la que no produce nada, y rápido les quería agarrar la palabra, “sí, solo les pongo una condición: que vivan bajo mi sombra y si no, que el fuego los devore”. Fue una parábola. Jotán, inspirado, sabe entender el corazón humano, sabe de las luchas del poder porque él lucha también por el poder. Dice algo muy bonito: hay personas que están contentas con su vocación, como el olivo, la higuera y la vid. Hay otros que solo están para dañar; palabras indirectas contra Abimelec

¿Qué aprendemos de esa alegoría? Que la comunión y la unidad solo es posible cuando quitamos de nuestra mente la competencia y la lucha del poder. Hay siempre ese peligro que entremos en problemas por querer un cargo, por querer mandar, por querer oprimir a otros. La comunión y la unidad solo son posible en la humildad, cuando consideras al otro superior a ti mismo.

Además, la parroquia tiene otra encomienda: la misión. El Evangelio debe ser proclamado. En el santo Evangelio escuchamos también una parábola. Dios llama a trabajar, y lo comparó a quien tiene un viñedo y va a buscar trabajadores que vengan al viñedo. A unos los invitó temprano, a otros a medio día y a otros en la tarde. A todos les dio la misma paga, el mismo denario. Hermanos y hermanas, el Señor nos llama a la misión, a compartir la belleza del encuentro con el Señor, y esa es la única paga: la de darle a otro lo que para nosotros es grande y precioso.

Padre Rossel y hermanos de esta parroquia: les encargo su comunidad. Ayúdense mutuamente. Párroco y fieles mantengan la unidad, ayúdense, perdónense, compréndanse. Ninguno debe exigirle a otro lo que no se exige a sí mismo. Porque, hermanas y hermanos, vivimos en tiempos de mucha división en todos lados. Trabajen juntos, dialoguen. Que el párroco los escuche y ustedes lo escuchen. Porque ese será el requisito para la misión. La gente no va a creen en Jesús si nos ven peleando, murmurando y criticando. Dijo el Señor, “en eso conocerán que son mis discípulos, en que se aman los unos a los otros” (cfr. Jn 13, 35).

Deseo que la misión que inicia el padre Rossel, dé muchos frutos espirituales. Vamos a pedirle mucho al Señor. Quiero encomendar al padre a nuestra Señora de San Juan de los Lagos para que lo acompañe y lo fortalezca. Está muy duro todo; es difícil. Pero contamos con una gracia que es superior a nosotros mismos, la gracia de Dios. Vamos, pues, con mucha confianza, esperanza y alegría a reiniciar la tarea que ya han ido desempeñando con el padre Rogelio Bertaud. Es la entrega de una estafeta. Hay que seguir la carrera con el mismo ánimo, con mayor velocidad, con mayor entrega. Gracias a todos y no dejen de rezar por nuestra Iglesia diocesana y, desde luego, por un servidor para que sea capaz de animarlos, de comprenderlos y de transmitirles la alegría que viene del Evangelio. Muchas bendiciones.

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