Novenario Parroquia Santa Clara de Asís, Juárez, N.L. / 6 de agosto del 2017
Hermanas y hermanos, con mucho gusto he venido con ustedes a celebrar este domingo de la Transfiguración del Señor. Hoy es fiesta en muchos lugares en los que hay imágenes de Jesucristo. En esta fiesta de la Transfiguración he venido a unirme con ustedes en la novena de preparación para la fiesta de Santa Clara, que será el próximo 11 de agosto.
Celebrar la memoria de los santos nos hace mucho bien, conocerlos, admirarlos, pero, sobre todo, imitarlos. Cada santo tiene una enseñanza, porque ha vivido de modo peculiar su fe. Cada uno de los santos, y de modo muy superior la santísima Virgen María, siempre nos enseñan cómo vivir el Evangelio.
Ahora, esta parroquia se prepara para celebrar a Santa Clara. Ahí tienen su imagen. Trae en las manos dos cosas: la custodia, con el Santísimo Sacramento, y el libro del Evangelio. La vida de Santa Clara estuvo siempre centrada en el Evangelio y en la Eucaristía, tanto así que es conocido que ella, durante muchos días de ayuno, lo único que comía era la hostia consagrada. Ella decía que solo eso le bastaba como alimento. En una ocasión, cuando el ejercito enemigo entró a la ciudad de Asís, ella sale a la ventana del monasterio y les muestra la custodia. Eso bastó para que el ejército se retirara. Ella entiende el poder que tiene Jesucristo. Así, pues, hay que imitarla en esas dos cosas. El apego al Evangelio aprendió de San Francisco de Asís, quien decía que “para ser discípulo de Cristo basta saber el Evangelio y vivirlo”.
Hoy, en el relato de la Transfiguración, oímos este mandato de Dios, nuestro Padre cuando les dice a los apóstoles, hablando de Jesús, “este es mi Hijo muy amado, escúchenlo” (Mt 17, 5). Hermanas y hermanos, que distinto es oír a una persona que se siente amada, plena del corazón y oír a otra que está amargada, que siente que nadie la quiere. Para el que no se siente querido, nada es importante. Todo lo mira con resentimiento. En cambio, cuando nos habla alguien que se siente amado, que está contento, que es feliz, las palabras que salen de su boca son siempre distintas.
El Evangelio destila la dulzura del amor de Cristo, aunque a veces el Señor tiene que hablarnos con la verdad y, a veces, nos pueden parecer palabras muy duras. Cristo siempre habló a sus discípulos y a la gente con cariño. Porque el que ama sabe corregir, sabe orientar, sabe decir a las personas que ama palabras de afecto. Amar no es siempre sonreír, no es siempre estar de acuerdo con las personas que están a nuestro cuidado. Amar es siempre hacerlo en la verdad. Si quieres a tu hijo, tendrás que corregirle, hablarle con la verdad, porque la verdad le hará muchísimo bien. ¡Qué difícil es hablar con la verdad! Porque todos somos muy sentidos. Todos creemos que, si alguien nos dice algo, lo hace con mala intención. Es difícil transmitir una corrección. El que ama sabe corregir, sabe animar, sabe exhortar. Santa Clara se dejó corregir por Jesús, porque siempre tenía delante la Palabra del Evangelio.
En la Transfiguración, los discípulos son ayudados por Jesús para ir más allá de lo que ven, para que entiendan su sufrimiento, su muerte, pero también su vida. Por eso les dice: “escúchenlo”. Si escuchamos a Jesús, muchas cosas se aclaran en la vida. Por eso, es bueno que vengan a Misa, que escuchen la Palabra de Dios, y que atiendan, de modo especial, el Evangelio. Este Evangelio que siempre es, dice san Pedro, “como un lucero, como la aurora que anuncia un nuevo día” (cfr. 2 Pe 1, 19).
Que Dios los bendiga y ánimo porque el Señor nos quiere también a nosotros. Si Él es el Hijo amado, nosotros también participamos de ese amor a Cristo, que es nuestro hermano mayor. Vamos a ponernos bajo la intercesión de Santa Clara que supo ser fiel al Evangelio y que le tuvo mucho amor a Cristo presente en la Eucaristía.
Que Dios los bendiga.