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La vida cristiana consiste en contemplar, escuchar y seguir a Cristo

Fiesta Templo Señor de la Expiración, Guadalupe, N.L.

Estimadas hermanas y hermanos fieles de esta comunidad, hermanos sacerdotes, estimado Señor presidente municipal y su esposa.

Me da mucho gusto venir este domingo en que hoy, gracias a Dios, coincide la fiesta de la Transfiguración. El día de hoy, en muchas parroquias y catedrales celebran a los Cristos, como sucede en este santuario y parroquia. Saben que la fiesta litúrgica del Señor de la Expiración gira en torno a la fiesta de la Transfiguración, solo que, por motivos prácticos, se celebra el segundo domingo de agosto, pero hoy es el día de su fiesta litúrgica.

Hoy celebramos a Cristo crucificado, pero, al mismo tiempo, transfigurado. Quiero que unamos nuestra oración para pedirle a Jesús eso que sabe dar el Señor de la Expiración: la lluvia oportuna para nuestros campos. Hoy pedimos por el buen temporal. Nos hace falta el agua para nuestras tierras, para beber, para nuestras necesidades. El Señor de la Expiración siempre ha sido generoso con nuestro pueblo, con nuestra Iglesia, y siempre nos da las lluvias necesarias para vivir.

Hermanas y hermanos, en esta fiesta de la Transfiguración, el Señor nos pide tres cosas. Primero, mirar a Cristo, contemplarlo, segundo, escucharlo y tercero, seguirlo. Es todo el camino de la vida cristiana. Cuando los apóstoles nos han relatado este bellísimo momento de la vida de Jesús, lo han hecho para que nosotros también vivamos conforme a este mensaje de la Transfiguración.

Lo primero es que los apóstoles invitados por Jesús lo miran resplandeciente, lo contemplan en su belleza gloriosa. Como siempre, el pueblo de Dios ha mirado a Jesús. No obstante que, al mirar al Crucificado hay como un velo que lo cubre, como algo opaco que no deja ver la grandeza de su divinidad. El pueblo ha sabido siempre mirar más allá, mirar al Crucificado, pero también, al Salvador, al Resucitado. Por eso, no me extraña que la imagen de Cristo sea coronada de modo triunfal y que esté vestido con su cendal, para indicar que, al mismo tiempo que es el Crucificado, es también el Rey de la Gloria, que no hay otro camino para el triunfo y la victoria que pasar por la cruz, como lo experimentó el pueblo de Israel.

Este pasaje de la Transfiguración tiene el gran fondo de una fiesta judía, la fiesta de los campamentos, de las chozas o enramadas. Se fijaron cómo Pedro, cuando ve al Resucitado, de una manera profética dice: Hagamos tres chozas, una para ti, una para Moisés, y otra para Elías (Mt 17, 4). Están celebrando la fiesta de los tabernáculos, una noche importante para Israel. Todos, una noche al año, dejan su cama, salen al patio, hacen una enramada y duermen a la intemperie para recordar que el pueblo de Dios era un pueblo peregrino, un pueblo en camino por el desierto. Aún en estas circunstancias desesperantes, Dios les habló en el Sinaí. Por eso, también nosotros estamos llamados a escuchar al Crucificado.

Dice hoy el Señor: Este es mi Hijo muy amado, escúchenlo (Mt 17, 5). Fíjense, hermanos, qué importante es oír a una persona que se siente amada. Cuando alguien está amargado de la vida no hay que escucharlo, porque dice puras cosas negativas, nada ve bueno. En cambio, oír a alguien que se siente amado, aún en la cruz, ¡que palabras puede transmitir! Por eso, el Evangelio es siempre un mensaje de amor y alegría, porque habla Jesús, quien se siente amado por su Padre.

Escuchen el Evangelio, pero también al Señor. El Señor nos llama a seguirlo, no sólo mirarlo y escucharlo, sino, seguir sus pasos, imitarlo, amar como Él ama, servir como Él sirve. Si no ¿para que mirarlo y escucharlo? Hermanas y hermanos, con la alegría de esta fiesta de la Transfiguración, muy contentos por la fiesta de su comunidad, de su santuario, vamos a hacerle caso al Señor.

Escuchemos a Cristo, oigamos su Evangelio completo ¿qué significa “completo”? oírlo con el Antiguo Testamento. Dice el pasaje de hoy que Jesús estaba conversando con Elías y con Moisés. ¿De qué hablaban? Dice san Lucas, paralelo a este pasaje, hablaban a cerca de su muerte (Lc 9, 31). Eso es lo que platica Jesús con Moisés y con Elías porque toda la Escritura habla de este misterio de amor, este misterio incomprensible para nosotros.

¿A quién no le gusta el éxito? ¿A quién no le gusta pasarla siempre bien? A todos. Sin embargo, la vida tiene siempre dos caras: una cara amable, de gozo, alegría, éxito. Pero tiene también otra cara, la del sufrimiento, la del dolor, de la enfermedad, la del poco éxito. Cristo siempre nos ayuda a mirar otras facetas, porque así es la vida. Pero hay una parte más difícil de aceptar y comprender: la muerte. ¡Qué bueno que, el que nos habla, es un crucificado, el experto en el dolor y sufrimiento! Él siempre puede iluminar nuestra vida ¿Qué puede enseñar de los problemas de la vida si siempre se ha tenido éxito? Solo el Crucificado puede iluminar la vida. Él es experto en el dolor y sufrimiento, pero es experto en el amor y la alegría.

Dios bendiga esta comunidad parroquial que venera, con muchísima devoción, al Señor de la Expiración. Vamos a pedirle a Cristo que nos permita tener lo necesario para vivir, que tengamos las lluvias necesarias, para que la pobreza nos sea tan extrema. Nosotros, como creyentes, nos toca mirarlo, escucharlo y seguirlo. Si hacemos esto todos, seguramente, nuestra Iglesia caminará en la voluntad de Dios. Mirar, escuchar y seguir es donde está el rumbo de nuestra fe cristiana.

Que Dios los bendiga.

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