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Bodas de Oro, Hermanas del Servicio Social

50º Aniversario Hermanas Aida, Rosa María y Cecilia, Hermanas del Servicio Social – 29 de julio de 2017

Queremos compartir la alegría de ustedes al celebrar el jubileo de oro, esta alegría de su historia vocacional cincuenta años. Y dije jubileo de oro porque en la historia del pueblo de Dios el jubileo es tiempo de perdonar. Al llegar a estos cincuenta años tienen que hacer una lectura de esta historia en la que prevalece el perdón, es decir, el amor desmedido. En Israel, cada cincuenta años se perdonaban las deudas, y comenzaba una nueva historia, este jubileo también es de oro, por lo que el oro también significa, el oro se purifica en el crisol, es decir, en el fuego, poco a poco. Así es la historia de una vocación, es una historia de perdón pero también es una historia de acrisolar la vida, y las hermanas dan testimonio de que es así, que la vida de una vocación es siempre jubileo de oro.

Las hermanas, durante cincuenta años, han vivido el amor a Cristo y a su causa. Así es la fe auténtica, nos enamoramos de alguien y con alguien, y esta es la vocación: enamorarse de Cristo y enamorarse con Cristo, es decir, amarlo a Él y amar su causa, las razones de su vida, las razones de su muerte. Por eso la fidelidad en la consagración es fidelidad a una persona y a una causa. Si fuera amor sólo a una persona sería un amor romántico pero no real, si fuera sólo el amor a una causa pudiera ser ideología. Para ustedes ha sido una historia de amor a Cristo y a su causa. La consagración a Cristo, y a quienes Cristo ha querido y amado de modo particular, a los más pobres y a los pecadores, esa ha sido la causa de su vocación

La Palabra de Dios ilumina este pensamiento. Oímos el relato de la alianza, cuando el pueblo de Israel dice “así lo haremos y lo sellaremos con la sangre”. Así es la vocación, es una respuesta consciente a Dios y de sangre, es decir, de la vida. Quien acepta la vocación de consagrarse no solamente acepta hacer algo sino entrega la vida, su sangre, su vida, y esto creo que ha sido la historia de sus cincuenta años, esta alianza con el Señor.

El Evangelio nos da otra dimensión de la vocación. Durante estos días hemos oído las parábolas del buen sembrador. ¿Se fijan como actúa Jesús? Primero, en la parábola inicial dice “salió a sembrar y sembró en todo terreno”, Él no se puso a seleccionar el terreno, lanza la semilla para todos y cree en la potencialidad de todos, nadie es excluido; pero también este buen sembrador tiene paciencia, no se adelanta a condenar ni a castigar, sabe que están juntas las realidades, lo bueno y lo malo, las personas que son fieles al Señor pero otras que no actúan de la misma manera, y este sembrador es paciente, la paciencia de Dios, el amor que no tiene prisa desmedida, que no tiene prisa nerviosa. Hay que saber esperar, hay que entender que no todo ocurre al ritmo que uno quiere, por eso san Juan cuando saluda en el Apocalipsis dice “soy hermano en la paciencia de Cristo”, eA paciencia que no es cruzarse de brazos y dejar que la historia ocurra, sino es el que entiende que cada persona asume su propio camino. Así lo decía el Papa Benedicto XVI: cada uno tiene su propio itinerario, pero el sembrador no para, no se cruza de brazos, sabe que tiene que esperar, y espera por que ama, y no porque sea indiferente sino porque ama.

Y ustedes hermanas han sido hermanas en la paciencia, paciencia con su Iglesia, con la sociedad, con Cristo, porque no siempre las cosas ocurren como uno quiere, pero cuando nos ponemos del lado de Jesús podemos también compartir su paciencia, esta entrega de toda la vida. Quiero animarlas a seguir en este cierre de oro que Dios les deja en su vida, nadie puede decir que ha terminado hasta que Dios le dice “aquí”, mientras tanto la vida tiene que seguir con la misma entrega y amor. Que Dios las bendiga y quiero agradecer en nombre de todos estos cincuenta años, de vida consagrada, de mucha entrega, de esperanza, de tristeza y fracasos; en todo ello creo que con la tranquilidad interior de haber estado de la parte de Jesús, porque su historia personal ha sido historia de amor a Jesús y a su causa, y esto tiene que seguir adelante. Recemos por ellas y por su comunidad.

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