En un ambiente de fe, esperanza y profunda reflexión, el Arzobispo de Monterrey, Mons. Rogelio Cabrera López, presidió la Misa de Navidad en la Catedral Metropolitana, acompañado por sacerdotes del Seminario Mayor, encabezados por su rector, el Pbro. Jesús, así como por seminaristas de tercer año de Teología que sirvieron en el altar.
Durante su homilía, el Arzobispo invitó a los fieles a contemplar el misterio del nacimiento de Cristo como un acontecimiento que transforma la historia de la humanidad y la vida personal de cada creyente. Recordó que la Navidad es un llamado a reconocer a Jesús como fuente de paz y armonía, especialmente en un mundo marcado por conflictos.
“Estamos preocupados —señaló— porque los países que están en guerra no han aceptado la tregua de esta noche, cuando tradicionalmente el mundo hacía una pausa para permitir que la paz reinara al menos por un día. Sin embargo, seguimos pidiendo a Dios que la paz sea posible en todo el mundo”.
Mons. Cabrera destacó que la Navidad también es una lección de humildad, recordando que Dios se hizo hombre para mostrarnos el camino del amor verdadero, mientras que el peligro surge cuando los seres humanos intentan colocarse por encima de Dios, generando violencia, poderío y destrucción.
Al reflexionar sobre el nacimiento de Jesús en el pesebre, el Arzobispo subrayó que en ese gesto sencillo se contienen el dolor por no encontrar posada y, al mismo tiempo, el amor materno que envuelve al Niño Dios con ternura. “Cristo nace pobre y muere pobre; de la tristeza Dios es capaz de sacar alegría”, afirmó, recordando el anuncio de los ángeles a los pastores: “Gloria a Dios, alegría y paz a los hombres de buena voluntad”.
Finalmente, invitó a las familias a vivir esta Navidad como un tiempo de amor, reconciliación y perdón, señalando que la paz del mundo comienza en los hogares. “Lo que pasa en las familias se refleja en el mundo. Si no hay paz en los hogares, difícilmente habrá paz global. No dejemos de pedir la paz y no nos desanimemos”, expresó.
El Arzobispo concluyó encomendando a Dios la paz del mundo, la unidad de las familias y la bendición sobre toda la comunidad.
Monterrey, N.L., 24 de diciembre de 2025.
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