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Escuchar la Palabra y ponerla en práctica

Misa del cierre Asamblea Eclesial Diocesana

Martes 25 de septiembre de 2018

Cerramos con broche de oro, ponemos en las manos de Cristo nuestra ofrenda, la ofrenda de nuestras vidas, con esa sencillez del pan eucarístico, fíjense como Dios es providente, la lectura que acabamos de leer, es la del día.

Como siempre le he pedido a mis hermanos sacerdotes, no se cambien las lecturas que corresponden al día. Nos dio este brevísimo texto para entender la asamblea en nuestra iglesia de Monterrey.

Suena desconcertante la reacción de Jesús, pero no es así, a Jesús le gusta reforzar el mensaje, lo hace aumentativo, quieren saber quién es mi madre y quiénes mis parientes, lo explico de este modo, mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica.

La primera oyente de la Palabra de Dios es la madre de Jesús, ella escuchó la Palabra y dijo Fiat, no solo fue un deseo, ella es la madre por excelencia, pero el Señor quiso compartir la maternidad de María, declarándonos a todos como verdaderos hijos.

Esta iglesia, entrega al pueblo de Dios, al Hijo de Dios, Jesucristo, esta es la maternidad, la estamos viviendo, somos la madre de Jesús y más aún, somos hermanos suyos, sellándose este pacto de familia.

Pero hay dos condiciones, escuchar y poner en práctica lo que se escucha, cuántas veces hemos repetido en la asamblea la importancia de la escucha, quién es la experta en la escucha, es la mamá, la virgen María escucha, la iglesia tiene que escuchar, escuchar a Dios, a los hermanos, a todos.

El libro de los Proverbios nos prevenía de esa mal, “ay de aquel que cierra sus oídos al pobre”, hay gritos que exigen de nosotros escuchar, escuchar al hermano pobre, que nos habla en nombre de Dios.

A los indigentes se les decía pordioseros, porque recuerdo que cuando pasaba uno muy pobre decía, “por amor de Dios, dame un taco”; esa es la escucha, no podemos dejar de oír al hermano que habla y grita, “me muero de hambre, de soledad, porque estoy a punto por mi enfermedad”.

Una madre que escucha, esta es la iglesia de Monterrey, que aprende a escuchar al prójimo porque escucha al prójimo. Escuchar, pero poner en práctica, la Palabra tiene un destino, hacerse real, hacerse carne, como dice el profeta Isaías, la Palabra de Dios es como la lluvia, que baja a la tierra y no regresa sin dar fruto.

Así, es como se es mamá de Jesús, como se comparte esta fraternidad, quiénes son mi madre y mis hermanos, los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica, para nada es un desdén en contra de María, es un halago, ella dice fiat, lo dice con su vida, estaba junto a la cruz, porque es ahí, donde ella escucha al hijo, donde el hijo escucha a la madre.

Qué le dijo el Señor a la virgen en la cruz, “ese es tu hijo, ella es tu madre” y el discípulo se la llevó a vivir con él.

Ustedes fieles laicos, hermanas consagradas y nosotros sacerdotes, hermanos diáconos, todos llamados a compartir esta maternidad de la Iglesia, esta fraternidad de la comunión eclesial. Que el Señor nos permita llegar hasta allá, mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica.

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