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El ministerio apostólico es el misterio del perdón

Curso de la Rota Romana / Capilla Casa de la Iglesia / 6 de marzo del 2018

Estimadas hermanas y hermanos, quiero decir una palabra a cerca de este Seminario. Esta casa en la que estamos es el antiguo Seminario de Monterrey. El Seminario mayor ahora está en el municipio de Juárez.

Este Seminario, cuando se construyó, el entonces arzobispo de Monterrey, el señor Espino, invitó a un artista para que colaborara con él en la construcción de este Seminario. El señor Ordoñez quien hizo estas pinturas que ustedes ven y también el Cristo.

Tanto la capilla del Seminario menor y esta de la casa de la Iglesia son parte del patrimonio cultural de Nuevo León, reconocido el Señor Ordoñez como un gran artista de Monterrey.

El señor arzobispo, que era como un arquitecto, quiso dar una catequesis en cada capilla. Si ustedes buscan la manera de conocer la otra capilla, aquella capilla tiene en los ventanales diversas figuras de santos y santas, mártires, confesores, vírgenes, para inculcar a los seminaristas del menor que la vocación primera es la vocación a la santidad, que no se puede pensar en la vocación sacerdotal si no es primero en la santidad.

Por eso la capilla tiene muchas figuras de santos importantes de nuestra Iglesia, para que los seminaristas del menor entiendan que lo más importante es la vocación universal a la santidad.

Y esta capilla que era para los seminaristas del mayor, que ya se están preparando en la formación sacerdotal, las pinturas que ven son las de los doce Apóstoles, más San Pablo, para que también los seminaristas comprendieran que el sacerdocio es un regalo del ministerio Apostólico, que somos presbíteros gracias a que el Señor Jesús encomendó a sus apóstoles dicho ministerio.

Ahora esto hace referirme a la Palabra de Dios. El ministerio Apostólico tiene como principal responsabilidad apreciar y compartir el perdón de Dios. Recuerdan aquel pasaje bello del Evangelio de San Juan, cuando después de la resurrección, Cristo sopla sobre sus apóstoles y les dice, “reciban el Espíritu Santo, a quienes les perdonen los pecados les serán perdonados, y a quienes se los retengan se les quedarán retenidos”.

Es decir, que el ministerio apostólico está centrado en el perdón. Hoy la Palabra de Dios nos habló sobre el perdón. Primero, esa oración bellísima de Azarías que, después de la experiencia de cómo el Señor le habla, dirige una plegaria pidiendo perdón a Dios, en nombre propio y en nombre del pueblo.

En el santo Evangelio, Jesús nos da una catequesis sobre lo que significa perdonar. Hoy en la última charla, monseñor Pinto nos recordó esas palabras de Amoris Laetitia, cuando habla de que perdonar es difícil, pero es una gracia de Dios. Es decir, viene como un regalo de Dios, nadie puede perdonar si no recibe la gracia.

Por eso en el Evangelio vimos ese contraste entre el rey que perdona a su siervo y el siervo que no puede perdonar a su compañero. Porque así es, hermanas y hermanos, no hay proporción, no hay similitud. Dios perdona siempre. Así decimos en el Padre nuestro, “perdona nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores”.

Cuando decimos esa oración no nos queremos comparar con Dios, ni siquiera es un comparativo de exigencia, sino siempre de un deseo y de una gracia. “Perdona nuestras ofensas como nosotros también queremos, por tu gracia, perdonar a los que nos ofenden”.

Por eso el ministerio apostólico es el misterio del perdón, de la gracia y la misericordia. Si no es así no se entiende Amoris laetitia, no se entiende la pastoral de la que estamos hablando sobre la nulidad o no nulidad del matrimonio.

A la Iglesia le compete, porque ha recibido de Cristo ese encargo, primero, de recibir el perdón, pero también de compartir por la gracia divina, el perdón del Señor. Por eso esta capilla, que siempre fue un punto de reunión de los que ahora muchos son sacerdotes, se espira ese ministerio que es grandioso, inmerecido, sin paralelo, pero que viene como una gracia de parte del Señor.

Nosotros compartimos el ministerio Apostólico para vivir primero en carne propia el regalo del perdón, pero también para poderlo compartir. Y esto es lo que quiere Amoris laetitia, que la Iglesia comparta el amor misericordioso del Señor.

Que Dios los bendiga y que, aunque no vienen de turistas, conviene que conozcan estas bellas capillas. El sacerdocio se recibe de Cristo, pero a través de esta Iglesia que es una, santa, católica y apostólica.

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